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¿Sabes quién es... Ramón Antonio Gómez?

Fue un actor, comediante y cantautor mexicano. Es recordado por haber interpretado al personaje de "Don Ramón" en el sitcom El Chavo del 8 de 1971. Se le ha reconocido como uno de los mejores comediantes mexicanos.


Ramón Antonio Esteban Gómez Valdés y Castillo, mejor conocido como Ramón Valdés nació en Ciudad de México, fue criado en una familia humilde y numerosa que más tarde se mudaría a Ciudad Juárez cuando tenía dos años de edad. Hizo su debut como actor en 1949 con un pequeño papel en la película Calabacitas tiernas, filme en el cual apareció junto a su hermano mayor, Germán Valdés más conocido como "Tin Tan" y que fue el que lo introdujo al mundo de la actuación. Con papeles como extra o roles secundarios, continuó haciendo apariciones en varias películas. Ramón y Germán tuvieron otros dos hermanos también actores cómicos, Manuel más conocido como "El Loco Valdés" y Antonio conocido como "El Ratón Valdés".


Ramón Valdés actuó en más de 50 películas, al lado de su hermano Tin Tan (la mayoría de veces), Pedro Infante y Cantinflas, entre otros. Los años cuarenta y cincuenta representaron la época de oro del cine mexicano, un período de esplendor en la cinematografía de este país que, sin embargo, no benefició mucho a Valdés. Además de sus incursiones en el cine, también se ganaba la vida con oficios simples.


En 1968 conoció a Roberto Gómez Bolaños, con quien comenzó a trabajar en varios programas como Los supergenios de la mesa cuadrada (1968), Chespirito (1970) y El Chapulín Colorado (1973) con varios papeles. Fue en la producción El Chavo del 8 (1971) donde Valdés ganaría fama internacional, pero la dejaría en 1979 para más tarde hacer un breve regreso en 1981, siendo este su último año trabajando en el proyecto. En 1982 protagonizó la serie Federrico con Carlos Villagrán. Seis años después, en 1988, trabajó nuevamente con él en ¡Ah qué Kiko!. Sin embargo, su estado de salud era delicado pues le había sido detectado cáncer de estómago.


Ramón Valdés despreció la fama para vivir con austeridad y renunció a El Chavo del 8 por honor.


María Antonieta de las Nieves ("La Chilindrina") lo quiso como si fuera su verdadero padre. Angelines Fernández ("La Bruja del 71") lo amó con locura, pero no fue correspondida. Y Chespirito se inspiró en su personalidad para crear el personaje más entrañable de la vecindad: "Sé tú mismo", le pidió, y Valdés cumplió a la perfección. Porque con este actor -que se casó tres veces y tuvo 10 hijos- los límites entre ficción y realidad siempre fueron difusos.

El vestuarista tenía poco trabajo con Ramón Valdés: la camiseta desteñida por tantos lavados, los jeans gastados y las zapatillas viejas ya las traía el actor desde su casa todo puesto, claro: era su ropa cotidiana. Pero había una prenda que el vestuarista debía tener preparada, junto a los zapatos de El Chavo, el delantal de Doña Florinda y el traje de marinero de Quico: el gorrito añejo de Don Ramón.


Al terminar cada jornada de grabación el actor se lo llevaba a su casa, también puesto. Pero al otro día, camino al estudio, Valdés se encontraba con los chicos que esperaban saludar a su ídolo, ese superhéroe sin capa y andar desgarbado. “Nací niño y sigo siendo chavito -se definía Ramón-. Tengo el carácter de niño, y los chavitos me entienden bien”. Es por eso que siempre se detenía a conversar con ellos. Les firmaba autógrafos, les hacía bromas. Y uno solía llevarse de regalo el gran premio: el gorrito añejo de Don Ramón.

Ramón Valdés con un pequeño admirador. Foto Cortesía de su nieto Ramón Valdes Castillo

Minutos después Valdés se encontraba con el vestuarista antes de salir a escena para grabar El Chavo del 8, y se disculpaba por otra vez haber olvidado la prenda en su casa. Todas las mañanas lo mismo. Maldito descuido: salir sin el gorrito… Pero con Monchito —como lo conocían desde su infancia—, ¿quién podría enojarse?


Ocurre que Don Ramón no era uno más dentro de la bonita vecindad de El Chavo. Malhumorado y cascarrabias, pero noble, humilde y de gran corazón, el personaje le debía mucho más al propio Ramón Valdés que al ingenio creativo de Roberto Gómez Bolaños. Empezando por el nombre, seguido por su ropa y concluyendo en ciertos rasgos de su personalidad: uno y otro eran lo mismo. “Con permisito, dijo Monchito”, “¡Si serás, si serás!”, y tantas otras frases más fueron improvisadas por el actor, sin haber estado incluidas originalmente en los libretos.


El mérito de Chespirito —no menor, por supuesto— fue haber notado un personaje en potencia en este hombre nacido el 2 de septiembre de 1923 en Ciudad de México, pero criado en una familia numerosa y de bajos de recursos de Ciudad Juárez. Gómez Bolaños les contaba a sus amigos que Monchito era el único que lo hacía reír. Y destacaba, además, su capacidad para aprenderse los guiones, aunque luego sumara las frases y muletillas propias. El día que le propuso ser Don Ramón, Chespirito le dio una sola indicación: “Sé tú mismo”.


Pero esa trayectoria no había redundado en una estabilidad económica. Por el contrario, quien tuvo 10 hijos con tres parejas distintas debía trabajar en otros oficios (sí, al igual que Don Ramón) para mantener a su familia: en distintas épocas fue comerciante, fabricó muebles de madera y se desempeñó como chofer, entre otras ocupaciones. Y cuando de todos modos no llegaba a fin de mes, era su hermana Rosalía Valdés o el exitoso Tin Tan quienes lo ayudaban, prestándole dinero.


El notable suceso de El Chavo del 8 —y también de El Chapulín Colorado, donde tuvo la posibilidad de interpretar otros personajes— le permitió a Ramón olvidarse de las preocupaciones monetarias por casi una década, hasta que en 1979 decidió presentarle su renuncia a Gómez Bolaños. No fue personal: a diferencia de otros actores, Valdés no tenía ningún inconveniente con Chespirito. Al igual que sucedía en la ficción, el problema era con Doña Florinda, la mamá de Quico.


A esa altura Florinda Meza, la mujer de Gómez Bolaños, ya se encargaba de la dirección artística del ciclo, generando cierto resquemor en el elenco. Ramón tampoco estaba de acuerdo: quería responder directamente al creador del programa, es decir, a quien había confiado en él. Pero la partida de Carlos Villagrán terminó por convencerlo: consideró injusto que fuera despedido por los celos que Quico, su personaje, le generaba a Chespirito.


Entonces un día Don Ramón se fue, sin más, haciendo a un lado la fama y el dinero. Con el gorrito puesto. Y la dignidad también.

Volvieron entonces lo tiempos de zozobra, de rachas buenas y no tanto. En dupla con Quico probó suerte en la tevé venezolana; no funcionó. Se incorporó a un circo que empezó a recorrer distintos países de América Latina, utilizando su clásica vestimenta. Y siguió con la actuación, compartiendo escenas con un joven cantante en pleno ascenso: un tal Luis Miguel. ¡Y en un papel a lo Luisito Rey!


En 1987 Ramón volvió a la televisión azteca con el programa ¡Ah, qué Kiko! junto a Villagrán, quien no contaba con los derechos de Quico. A Valdés, en cambio, Chespirito nunca le impidió ser Don Ramón. No tenía por qué: sabía que ese personaje no le pertenecía. Pero esta nueva apuesta televisiva no resultó: ¡Ah, qué Kiko! permaneció al aire apenas unos meses.


Para entonces su salud ya estaba muy deteriorada. Todo se debía al cigarrillo. En los pasillos de los estudios de Televisa, donde se grababan los ciclos de Chespirito, nadie fumaba: la prohibición era taxativa. Menos para Monchito, claro, quien incluso solía despertarse a la madrugada con la única intención de encender un cigarrillo. La primera consecuencia fue un cáncer de estómago. Lo operaron. Y los médicos le aconsejaron —le pidieron, le rogaron…— que abandonara ese mal hábito. ¿La respuesta? Ramón también fumaba en su habitación del hospital.


Pese a la cirugía el tumor se terminó expandiendo, afectando su columna vertebral. El pronóstico fue cruel: le quedaban seis meses de vida. Ramón Valdés murió el 8 de agosto de 1988 a los 64 años, en la misma ciudad que lo vio nacer y también consagrarse. Pero lo hizo casi cuatro años después de que los médicos le hubieran dado aquel pronóstico fatídico.


Además de la fama, Ramón Valdés llegó a abrigar algo más, algo que lo mantuvo en paz los últimos días de vida. Su hijo Esteban Valdés nos cuenta: Mi papa ya no podía comer solido, solo suero, y un día que le estaba leyendo pasajes de la Biblia me dice: pásame un durazno de los que están allí, mi tío Manuel el Loco le llevo un cesto de frutas grande impresionante, así es que le paso un durazno, lo toma, lo muerde y lo huele dos veces con placer y dice: Así va a oler el arbolito donde vamos a estudiar la Biblia en el nuevo mundo. Asi murió mi papa con esa esperanza de volvernos a ver en el nuevo mundo prometido por Dios. El había podido compartir esa esperanza antes de morir.


Don Ramón Valdés, tuvo contacto con los testigos de Jehová por su cuñado Julio Julián quien era un famoso tenor en Europa, y la esposa de él, Conchita Domínguez, originaria de España, era soprano.

Sin embargo Julio Julián conoció las enseñanzas bíblicas de los testigos de Jehová y divulgo en la familia Valdés lo que aprendía de la Biblia, gracias a eso, abrazó la fe de las enseñanzas de los Testigos de Jehová, Rosalía Valdés hija de German Valdés, "Tin Tan". Su cuñado Germán Valdés murió antes de que esto sucediera, sin embargo German Valdés fue un hombre de familia entregado y amoroso por lo que Rosalía Valdés tiene la plena certeza de que lo volverá a ver en el nuevo mundo restaurado por Jehová, según su biografía publicada por los Testigos de Jehová en el número de Despertad 04 22/12 págs. 10-11.


Ramón Valdés si logró conocer más a fondo lo que Julio su cuñado le enseñaba, a tal grado que la esperanza de la resurrección se la difundió a sus hijos incluso en su lecho de muerte. Podría decirse que aunque no hay registros de un Ramón Valdés dedicado y bautizado como ministro, sí fue testigo de Jehová porque difundió la esperanza de vida en un nuevo mundo sin violencia y total paz a sus hijos y su familia.


Ramón Valdés fumaba en la misma camilla del hospital donde fue internado, por tanto no puede decirse que fue testigo de Jehová pues nunca logró controlar su adicción al tabaco, algo que no es permitido si se es Testigo de Jehová, pero capto las verdades que leyó de la Biblia.










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